Otra vez diciembre...

Jonás Gómez
	otra vez diciembre
	otra vez el olor picante y amargo de la pólvora
	estimula los paladares

	en el vecindario el delirio armamentista de los nativos que estallan cosas 
	alcanza su punto más rojo
	se perforan paredes, se hacen saltar latas vacías de conserva, una silla de ruedas
	avanza con una caja llena de dinamita

	hay mucho cartón desperdigado, mucha muela fuera de su mandíbula, porque todo 
	lo que empieza como chiste
	no necesariamente termina como chiste

	una anécdota: hace unos años el loco del barrio intentó prender fuego un auto con 
	una molotov
	pero algo falló en la misión, porque al flaco se le prendió fuego la mano
	por dos veranos le dijeron antorcha humana
	después todo el asunto fue olvidado, el apodo perdió la gracia
	y él
	volvió a recuperar su nombre

	en las afueras de la ciudad las celebraciones se dan de otra manera
	se queman muñecos altos de paja
	muñecos de madera y mazorca seca
	todo eso me hace pensar en rituales paganos
	me hace pensar en ceremonias relacionadas al calendario de siembra

	aunque es seguro que los rurales también pierden control de su festejo
	acá se van de eje
	a la noche se ven las estelas de las balas que cruzan barrio a barrio
	las paredes de las casas se cubren de óxido, expulsado por la pirotecnia de 
	contrabando
	de a ratos el azufre se espesa y forma una nube amarillenta estilo Saigón
	que ocupa la calle

	pero esta noche la visibilidad es buena
	el cielo está despejado y se puede ver lo que pasa en la calle
	por ejemplo ahora
	a 50 metros 
	se puede ver al loco de la aldea 
	se lo ve arrastrar una garrafa hasta el centro de la calle

	respira pesado y la deja
	se aleja y vuelve con un ladrillo
	no sé qué está intentando hacer, si le quiere sacar ritmo o golpea con afán 
	destructivo
	pero deberías escuchar el ritmo que le saca al tanque de hierro
	te encantaría el sonido que vibra el tanque de hierro

	desde la terraza, mirada fija, pienso en gritarle que pare, que deje de hacerlo
	pero a la vez
	quiero ver qué pasa
	algo colorido podría salir de la garrafa 
	y el loco del barrio
	podría ganarse un apodo que resista tres veranos